Los madrigales de Monteverdi, catálogo imprescindible en la historia de la música, representan la culminación de un género, pero en su evolución también encarnan el nacimiento de otro género nuevo: la ópera.
Agrupados en nueve libros y publicados entre 1587 y 1651, seguimos este espléndido viaje por este corpus entendido como un ejercicio de protoópera y un teatro de las emociones.
Con este cuarto libro, publicado en Venecia en 1603 (después de once años de trabajo) y dedicado al Duque de Ferrara, Alfonso II de Este, el compositor quería trasladarse a la corte de Ferrara, una de las más refinadas de toda Europa. El tercer libro escrito por Mantua, a pesar del éxito, no le permitió un mayor reconocimiento. La muerte del Duque frustró sus planes.
A partir de textos de Gian Battista Guarini, Ottavio Rinuccini y Giovanni Boccaccio, Monteverdi crea una recopilación ambiciosa e innovadora en la que empieza a verse el estilo declamado, que irá desarrollándose.
Idiomáticamente presentan un lenguaje mucho más audaz y renovador del género, que está lleno de atrevidos juegos armónicos. Monteverdi dotó a la música de un gusto por el detalle naturalista y por la realidad sensible.
Rinaldo Alessandrini, director, clavecinista y una auténtica autoridad en el compositor, será el guía en los caminos de este fascinante y frondoso universo lleno de miniaturas preciosas. La palabra, la música, la declamación o el estilo concitato nos situarán frente a las primeras tentativas de representar las pasiones humanas mediante texto y armonía.